Cecilia Durán Mena
Cuesta trabajo creer que algún día la vida nocturna en México fue vibrante, intensa, divertida y una gran fuente de ingresos. “La conocí en un club del viejo Soho donde bebes champán y sabe a cherry-cola”, cantaron, allá por los setenta, The Kinks. En México, la vida de cabaret, las noches de bohemia, las voces emblemáticas, las notas del mariachi, tríos, boleros embelesaban a propios y extraños. Hoy, cuesta imaginar ese México insaciable por el que deambularon las ojeras de mala noche de José Alfredo Jiménez o José José o las parrandas oyendo mariachi acompañadas por las voces de Lucha Villa o Lola Beltrán. Sí, hace ya unas décadas. Hubo tantos que se enamoraron al escuchar a Amparo Montes o gritaron su despecho con la voz de Lupita D´Alessio.
Antes, los mexicanos salíamos a bailar, a convivir, a pasarla bien entre amistades y amores. Ahora, el número de discotecas y bares ha menguado, la fiesta nocturna dejó de ser tan activa. Da pánico salir de noche y regresar a casa de madrugada. Tenemos miedo de que una salida se convierta en una pesadilla. Hay razones: tanto crimen, tanto vicio, tantas desaparecidas. Por ello, la vida nocturna ha ido desfalleciendo y perdiendo brillo. Su futuro depende ahora de una estrategia de todos los niveles de gobierno para revivir ese México de fiesta nocturna.
La muerte lenta de la divertida noche mexicana tiene varias aristas: los lamentos por la gentrificación, la subida de precios, las quejas por ruido, la inseguridad y la imposibilidad de renovar licencias. Nos hemos metido en un círculo vicioso y lento de burocracias que más que promover, inhiben la inversión. Además, la generación Z apenas sale de fiesta debido al alto costo de la vida y a un genuino desinterés por salir. Llama la atención que los jóvenes prefieren pedir lo que sea y que se los lleven a su casa que salir y convivir.
No obstante, México es un país de tradición fiestera. Nuestra música, nuestra gastronomía, nuestras costumbres propician este goce. La serenata no se entiende a media tarde ni se puede disfrutar igual si es en línea. Las callejoneadas saben mejor cuando se hacen a cielo oscuro. Es triste ver cómo estas tradiciones se pueden perder, se van disolviendo como pastillitas efervescentes ante nuestros ojos sin que parezca haber interés por rescatarlas.
Si queremos salvar la vida nocturna en México, necesitamos una estrategia que busque solucionar las crecientes tensiones entre los residentes, que se quejan del ruido y la inseguridad de las calles, los trámites burocráticos y los propietarios de bares y discotecas, que abanderan el crecimiento económico y el capital cultural de sus locales. Es muy desesperanzador ver un negocio que cierra, es desolador ver sellos de clausura en un lugar en el que solíamos salir a divertirnos. Pareciera que más que apoyar, las autoridades hacen lo contrario. Es como si no hubiese conciencia de que cada cierre es un fracaso para el dueño del lugar, para los empleados que pierden su fuente de empleo, para las autoridades que ya no tendrán esas contribuciones.
Me parece importante rescatar la vida nocturna en México. La iniciativa para hacerlo tiene que tomar en cuenta a todos los involucrados. Hay que apoyar esta economía nocturna y hay que respetar los derechos de los vecinos. Para ello, es necesario tener reglas claras que abonen a una actividad divertida y respetuosa. Acabar con la vida nocturna es golpear la tradición mexicana de salir a pasarla bien.
Es importante salvar la vida nocturna porque la convivencia nos hace más humanos. Reírnos, pasarla bien, reunirnos son actividades que debemos de preservar. Nuestros lugares turísticos viven, en gran medida, de los ingresos que se generan por estas actividades. Pero, no se trata sólo de los turistas, también de nosotros los locales. Merecemos tener una noche cultural, en la que podamos elegir a dónde ir; en la que la oferta sea variada y se acople a nuestros gustos.
Los mexicanos merecemos salir de fiesta sin miedo; las madres queremos que nuestros hijos salgan a divertirse y que no nos quedemos con el Jesús en la boca; los padres necesitan saber que sus hijas podrán volver a casa; los empresarios tener la seguridad de que podrán operar sin ser amenazados.
Ese México existió y fue famoso por su actividad nocturna. Merecemos rescatar la vida nocturna, es una de nuestras señas de identidad.