Estamos en los albores de la temporada de promesas. Nunca como hoy, sabemos que el prometer no empobrece, es cumplir lo que aniquila. No somos nuevos, pero olvidamos. La demagogia y la propaganda serán la moneda de cambio de esta época. No obstante, antes de creer ciegamente en las promesas que vamos a escuchar, debiéramos poner de lado todo lo que saldrá de Palacio Nacional, de los suspirantes a la silla del ejecutivo y por toda la corte que ejerce como si vivieran e n una realidad alternativa, hoy, cuando este domingo el Consejo Político de Morena discuta las reglas y los requisitos para quienes buscan la candidatura presidencial.
Más allá de si somos simpatizantes del partido en el poder, es necesario poner atención. La 4T se sustenta como la alternativa del cambio y ya sabemos que lucen muy parecidos a aquellos regímenes que reinaban en la década de los setenta, cuando el PRI era el partido dorado que hacía lo que se le venía en gana y más. La sucesión está en marcha, las reglas —nos dicen— serán conocidas por quienes nos interesemos en ellas. Dicen que no habrá dedazo. ¿Será?
Parece que, si no hay el descarado señalamiento, si será algo parecido. El borrador que contiene las tan anheladas reglas del juego y de las que nadie ha oído hablar, lo escribió el presidente Andrés Manuel López Obrador. Dicen que se inspiró el lunes. En esas letras se incluye un punto que a todos nos debería preocupar y tiene que ver con qué pasará con el hueso de los suspirantes. Aparentemente, AMLO propone que los aspirantes deben renunciar en los próximos días — tal vez, la siguiente semana— a sus cargos. Este requerimiento presidencial que parece pertinente puede ser muy riesgoso. Le abre paso a la ingobernabilidad y dejaría desarticulada la estrategia de gobierno de la actual administración.
Lógico, si se va el Canciller, la Jefa de Gobierno, el Secretario de Gobernación y el Senador de la República que es el operador político en la cámara alta, ¿quién se queda a gobernar con el presidente? Es decir, preocupa saber qué pasará cuando todos anden dándole duro a sus campañas con el país. No es un tema menor. Si estando ellos en funciones la seguridad anda al garete, los sistemas de transporte de la Ciudad de México están prendidos de alfileres, las relaciones exteriores están en un punto delicado y el congreso carece de interlocutores, valdría preguntar: ¿quién se va a ocupar de México?
Vamos despacio: podemos prever que el Consejo Nacional de Morena obedecerá a López Obrador –¿alguien se imagina otra alternativa? –. Entonces, en breve nos vamos a quedar sin de Gobernación, sin Canciller, dada la renuncia anticipada del secretario de Relaciones Exteriores. Eso deja a la presente administración de la 4t sin dos pilares que apuntalan el gobierno. Es cuestión de ver. El canciller Marcelo Ebrard es una pieza fundamental ya que es él quien llevaba la relación con el gobierno de Estados Unidos, que construyó meses antes, incluso, de haber iniciado la administración. ¿A quién se le dará esta encomienda que esté a la altura de las circunstancias?
Por su parte, el secretario Adán Augusto López se ha encargado de llevar a cabo a cabo gran parte de la negociación política y compartido el desgaste de gobernar. Ya sabemos que no ha sido por iniciativa propia, sino que ha estado operando bajo la vigilancia presidencial. ¿Ahora, a quién se le encomendarán estas tareas de tan alta relevancia?
Pero si la imprecisión sobre lo que puedan hacer los relevos es grande, es más complicado lo que sucedería si Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Ella es un punto toral en este tema de las corcholatas porque tiene que dejar el cargo y habrá de hacerlo, se les notarán las costuras a las ocurrencias de López Obrador y al manejo demagógico con el que quiere disfrazar la falta de equidad en la contienda por la candidatura.
Por lo que toca a la gestión del país, está claro que hay relevos es menos sensibles en el gabinete y hay que poner atención. Esto dejará al descubierto quién es quién en este intríngulis, y quién es más apto o quién es un simple elegido. Se confirmará donde está el eslabón más débil. Y, mientras veremos con quién se queda el presidente, quién lo acompañará a gobernar en el último tramo de su administración. Estamos en los albores de la temporada de promesas y no debemos distraernos del aquí y ahora.