León, Gto.- Benito y Roberto son dos hermanos de León que han trabajado juntos desde los 9 años, primero vendiendo gelatinas y manzanas con caramelo; luego como mecánicos durante más de 60 años. Además de su trabajo y parentesco tienen varias coincidencias, ambos tienen tres hijos, visten muy similar y son gemelos.

“Los tíos eran eléctricos, empezaron a llevarse a uno por uno, primero se llevaron a Benito y luego a mí” contó Roberto López Gallegos, el menor de los Gemelos, por apenas unos minutos, al narrar cómo fue que aprendieron el oficio.

Benito se presentó como José Luis López Gallegos. La historia de su nombre es curiosa, fue bautizado como José Luis Benito, pero registrado como José Luis.

Todo el mundo le dijo Benito durante su infancia y adolescencia, pero cuando fue al servicio militar, se enteró que en su acta de nacimiento, su nombre oficial era José Luis. Así que José Luis y José Roberto López Gallegos son conocidos como Benito y Roberto “Los Cuates”.

La historia de ‘Los Cuates’, dos gemelos de León

Nacieron el 21 de marzo de 1949 y la fecha, que coincide con el inicio de la primavera, también lo hace con el natalicio del Benemérito de las Américas. Quizá de ahí el nombre del gemelo mayor.

“Empezamos (a trabajar como mecánicos eléctricos) en un taller que se llamaba Acumuladores del Bajío, que estaba en Melchor Ocampo y 27 de Septiembre, en el Barrio Arriba“, contó Roberto.

Su patrón era Bulmaro Cordero López, un hombre al que describen como bueno pero recio. Ahí duraron 14 años y un día decidieron independizarse, así que abrieron un taller mecánico en la calle Apolo, muy cerca de la estación de bomberos. Ahí duraron 36 años.

Este taller inició con tres hermanos: Raúl (el mayor de la familia), Benito y Roberto pero todos los hermanos López Gallegos llegaron a trabajar ahí, siete en total.

Ese taller también le dio trabajo a sobrinos, al menos 8 primos López trabajaron en el taller de los tíos.

Los cuates han estado juntos desde que tienen uso de razón. Su infancia, adolescencia y juventud la vivieron con los mismos trabajos, los mismos amigos, el mismo barrio, hasta caminaban abrazados y la gente los ubicaba, aunque hasta el día de hoy, todavía los confunden con el otro.

No son gemelos idénticos, pero su parecido y similitudes son evidentes. Incluso han sido confundidos por sus propios familiares y hasta por sus hijos.

Su conexión como hermanos nacidos por minutos de diferencia y la cercanía que han tenido durante toda su vida ha generado una vibra que los hace saber cuando el otro está triste o enfermo, se visten igual sin que se pongan de acuerdo y hasta cuando los hijos les escogen la ropa terminan vistiendose muy similar.

Una hermandad unida mucho más que por sangre

Esa conexión también llegó a su paternidad “Roberto se casó después que yo, pero se adelantó a la hora de tener los hijos, cuando nació Emmanuel (el tercer hijo de Roberto y Teresa) yo le dije a mi esposa ‘cómo ves, ya se nos adelantó Roberto, que tal si tenemos el otro’ y llegó Misael (el tercer hijo de Benito y Estela).

Ambos coinciden que la paternidad ha sido la mejor experiencia “es lo más bonito, es un amor muy especial la relación de papás e hijos, es un amor muy limpio, muy sincero”, compartió Roberto, quien además hoy es abuelo y confiesa que tiene más tiempo de atender a sus nietos.

“Hoy siento que tengo más experiencias en la vida y ya somos más sensibles a querer a la gente. Ya no vemos tanto los defectos, sino las virtudes” dijo Benito con una sonrisa honesta.

“Desde que estábamos en la panza de mi mamá no nos hemos separado para nada o sea que todo lo que tenemos en común, lo hemos vivido juntos” agregó Benito al tiempo que confesó nunca haber pensando qué harán cuando el otro no esté.

“Porque nos vemos a diario y no lo hemos pensado”, agregó Roberto.

Los dos se voltean a ver cuando escuchan una pregunta y pareciera que se dicen mentalmente quién la va a contestar “desde el kinder nos dicen Los Cuates”.

Soy una persona muy feliz, muy satisfecho de la familia que tengo” compartió Roberto.

Benito continúa el diálogo y comparte que una de sus mejores experiencias es que sus hijos le han dicho que como padre formó una muy buena familia a pesar de solamente haber cursado la primaria. De inmediato se le llenan los ojos de lágrimas y se le corta la voz.

A Roberto le sucede lo mismo al contar una historia de cuando éste reportero estaba en secundaria y las lágrimas nos contagian a los tres. Abracé a mi tío y a mi padre, de quién llevo con orgullo su nombre, desde un pequeño taller mecánico en la calle San Juan, dónde los Gemelos se encuentran todos los días.

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