Este domingo, a primera hora de la mañana, pobladores de Chilapa, Guerrero, se informaron a través de mensajes de Whatsapp que una familia entera había sido asesinada. Según el mensaje enviado por un testigo, los cuerpos de Jesús Flores Jaimes y otros cuatro familiares, entre ellos un menor de edad, se hallaban tirados en el interior de su rancho, a unos kilómetros de la comunidad de Lodo Grande.

Una nota aparecida en un portal de noticias local, firmada por Jorge Martínez Dionicio, informó que peritos de la fiscalía general del estado habían acudido a realizar diligencias, pero no en el rancho, sino sobre la vía Chilapa-Atlixtac, donde cuatro personas habían sido asesinadas a balazos.

Según la nota, a los peritos solo se les permitió realizar “un reconocimiento médico externo y los 4 cuerpos fueron dejados en ese municipio de Chilapa a petición de la familia”.

Una segunda nota, publicada esta vez en un portal de noticias de Tlapa, señaló que un fatal accidente carretero, confirmado por la Guardia Nacional y ocurrido en la zona de Tepozonalco conocida como “La Montaña Rusa”, había provocado la muerte de siete personas. Según la información, “una camioneta blanca de redilas se salió de la carretera, provocando un saldo trágico”.

El Sur de Acapulco confirmó que habían sido hallados siete cuerpos en dos vehículos. Los dos primeros se hallaban en estado de putrefacción y viajaban en una camioneta negra con placas de Puebla. Según las autoridades, “no se les observaron impactos de arma de fuego”. Los tripulantes llevaban dos meses desaparecidos, pero extrañamente su familia no reportó la desaparición.

Los otros cinco cuerpos eran los de la familia Flores. Estaban en el interior de una Nissan de color blanco, al fondo de un barranco de 500 metros de profundidad. Las autoridades consideraron que “por las condiciones de la carretera se fueron al barranco”.

De acuerdo con las autoridades, los cuerpos fueron hallados “sin signos de violencia”. Para entonces, sin embargo, los habitantes de Chilapa, uno de los grandes bastiones del grupo criminal conocido como Los Ardillos, habían concluido que “el supuesto accidente” era en realidad un montaje: que los asesinos habían ido a tirar los cuerpos al otro extremo de Chilapa.

Ayer exigieron que la Fiscalía General de la República atraiga el caso.

Un testigo afirma que la mañana del domingo vio a los sicarios de Celso Ortega Juárez, La Vela, líder de esa organización, rumbo al rancho de los Flores. Vecinos del lugar sostienen que el sitio ya fue vaciado y que Los Ardillos se llevaron animales y pertenencias de la familia a bordo de camiones y camionetas.

“Los Ardillos han hecho varias veces montajes parecidos. Son asesinatos que disfrazan de accidentes en complicidad con la fiscalía y el gobierno municipal. Todo Chilapa sabe cómo suceden las cosas”, me dijeron ayer pobladores del municipio.

La actual alcaldesa de Chilapa, Mercedes Carballo Chino, postulada por la alianza PRI-PAN-PRD, es cuñada de Celso Ortega, el jefe de los Ardillos —casado con una hermana de la alcaldesa.

Al hijo de Celso, Irving Ortega Carballo, se le conoce como “El Coordi”, pues es en realidad el coordinador general del municipio: la mano que ejecuta las órdenes del líder de Los Ardillos, “el presidente municipal de facto”.

Hace seis años, según se documentó, desesperados por los secuestros, los robos, los despojos y las extorsiones de Los Ardillos, pobladores de Chilapa buscaron al entonces presidente López Obrador y al entonces subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas. Ninguno los recibió. Entregaron, sin embargo, un organigrama de esa organización que contenía los nombres, los apodos, las direcciones de los principales cabecillas del grupo.

La vida en Chilapa continuó igual. Desde la finca El Zapote, el centro de tortura y desmembramiento de Los Ardillos, se continuó dirigiendo un imperio criminal que lleva más de tres sexenios de existencia, más de tres sexenios de impunidad: 1,400 asesinatos y más de 400 desaparecidos.

“La plaza tiene dueño”, escribe Celso Ortega en las narcomantas que acompañan cabezas y cuerpos despedazados. “No se les olvide que yo los hago y yo los deshago”.

Accidente o ejecución, la tragedia de la familia Flores y todo lo que desató es un recordatorio de que, en las montañas, las ciudades, los pueblos de Guerrero, Los Ardillos son intocables.

 

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