Los límites generales a la conducta en sociedad, los establecen las leyes; al pensamiento pretende regularlo la Lógica; a las obras y omisiones la Ética. La mayor o menor capacidad para adoptar los límites lo proporciona la naturaleza de cada uno; las condiciones para tomarlos como una forma de vida, nacen de la conciencia individual, para garantizar el desarrollo humano de todos y cada uno en acción recíproca.
La interacción entre los humanos, crea la necesidad de encontrar, en comunión, elementos para convertir al individuo, en un ser sociable. En esa tarea, han convergido como organismos: la familia, la escuela, el Estado y diferentes credos religiosos y políticos.
Por razón natural, la familia ha sido el primer vínculo del ser humano vivo, con el conjunto a que pertenece. A través de la escuela, el grupo ha pretendido cultivar valores para enriquecer la vida social y evitar la auto destrucción, quehacer que comparte con el Estado, producto cultural en continua transformación para compaginar la diversidad natural del grupo humano, con su necesidad gregaria.
La escuela se ha convertido en generadora de cultura, entendiendo por tal, lo que la humanidad agrega a la naturaleza y a él mismo, como parte integrante de ella. Los grandes avances en todos los campos de las ciencias, se han generado por la acción conjunta cristalizada en la escuela y por los prodigios humanos, que se dan en sus manifestaciones: cognitivas, emocionales, volitivas y psicomotrices.
Empero, el instinto de conservación, consustancial a la vida misma, logra avanzar en muchos campos y desde luego, la educación obtiene magníficos resultados en individuos, que han alcanzado grados superiores en la ciencia, el arte, las humanidades y, sorprendentes ejemplos de vida, cercanos a lo que la humanidad llama perfección, utilizando el concepto de la santidad. De lo contrario, el instinto de conservación acentuado en muchos casos ha logrado, mediante la acumulación de la energía humana, obras que asombran a contemporáneos y sirven de estímulo y placer estético a la posteridad; pero a la vez, utilizados como instrumentos de dominación, que muestran, cuán lejos estamos del ideal, formado en algunas aulas y en los resultados de formidables esfuerzos, de mentes que llaman a la vida consciente y a la solidaridad.
El quehacer fundamental de las humanidades, se ensancha, cuando se convierten en objetivos: la bondad, la justicia la empatía, la solidaridad; pues entonces se cae en la cuenta, que en el futuro, se encontrarán oportunidades para generar un ser humano mejor, en el afán de alcanzar el ideal que representa, encontrar receptores que aproximan la conducta social, al logro de la paz con justicia.
Los límites deben proponerse y lograrse, mediante la convicción del individuo; que son, como los valores, preferibles. Es mejor la salud, que la enfermedad, la luz que la oscuridad, la lealtad que la traición. Para lograr convencer al educando que el ser preferibles tiene sustento, la sociedad se apoya en la historia de la humanidad y, el propio sujeto, podrá constatarlo con su historia de vida.
El Estado, como fenómeno cultural tiene bases axiológicas que lo justifican ante el decurso de la humanidad. La crítica a los sistemas que le han servido de base, es fundamental para lograr la responsabilidad Ética del ciudadano, en busca del perfeccionamiento de su conducta; que se apreciará, cuando la mayoría de los ciudadanos sean justos, comenzando por quienes resulten responsables de ejercer las funciones públicas.
Evaluar frecuentemente, ahora que la estadística se ha reforzado tanto, sobre cuánto se avanza en los límites impuestos por la ley; y, cuantos puntos corresponden al resultado de la aceptación voluntaria de la justicia como norma, de la propia conducta.
“medir” la eficiencia de las políticas públicas, encarnadas en la tarea educativa; y la idoneidad de los instrumentos para hacerlas efectivas; será un propósito idóneo, para retomar a la familia y la escuela, como instrumentos vigorizadores de la conducta, que tenga como fin una sociedad crecientemente justa, comenzando por las élites: económica, política, religiosa y cultural.
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