Acámbaro, Gto.– Con más de 30 años laborando en lo que en un tiempo fue Casa de Cultura María del Refugio Barrón, ha sido testigo y parte fundamental de los cambios que han marcado la historia de este emblemático espacio cultural de la ciudad.
Cuquita, como es conocida, comenzó a trabajar en el área de mantenimiento en 1993, cuando la Casa de Cultura aún se encontraba cerca del conocido Chantillí, en una sede más pequeña, y las condiciones eran muy diferentes a las actuales. Su trabajo, aunque detrás de las cámaras, ha sido esencial para el buen funcionamiento de la institución.
A través de todos estos años, fue testigo de los cambios no solo de sede, sino también de la transformación de una institución que pasó de ser un lugar modesto a convertirse en el Instituto Municipal de Cultura de Acámbaro (IMCA), un referente en la vida cultural local.

“Llegué a este trabajo por invitación de un sobrino de la Maestra Imor, quien entonces era directora de Casa de Cultura cuando estaba cerca del Chantillí. Después nos movieron a la calle Zaragoza, en ese lugar duramos algunos años, y hace más de 20 años estamos en la Plaza Cívica, en la calle Matamoros”.
A lo largo de los años, Cuquita fue testigo de cómo la Casa de Cultura fue cambiando de sede en varias ocasiones. “Recuerdo que en cada mudanza todo era un caos, pero al mismo tiempo era emocionante ver cómo la institución crecía y cómo la comunidad la iba conociendo más”.
En más de 30 años que lleva laborando, ha visto pasar a diferentes directores en el IMCA. “Todos los directores han sido muy buenas personas conmigo, siempre me han tratado bien y han tenido paciencia, ya que cada día estoy más viejita”.

A sus casi 80 años, Cuquita no ha pensado en retirarse de trabajar. Una de las principales razones es que no podría pensionarse y, al ser una mujer viuda, no tendría alguna entrada de dinero extra para poder cubrir sus gastos. Aunado a eso está el tema de que no está acostumbrada a estar en su casa, ya que el mayor tiempo lo pasa en el IMCA, al que llega de lunes a viernes a las 6:30 am y se retira a las 4:00 pm.
Los días que el IMCA organiza eventos en la Plaza Cívica, se queda en el edificio por si se requiere algún apoyo, retirándose a su hogar hasta que todo concluya. Sus labores son mantener limpio el edificio, así como los salones donde se dan los cursos o talleres.
En el mes de junio, Cuquita cumplirá 80 años y piensa celebrarlo con una misa para dar gracias a Dios de permitirle llegar a esa edad. Su legado no solo está en el esfuerzo de mantener las instalaciones, sino en el hecho de que, a lo largo de todos estos años, ha sido una testigo silenciosa de cómo la cultura se ha convertido en un motor de desarrollo para la comunidad. A través de su trabajo, ha ayudado a que generaciones de artistas, estudiantes y espectadores puedan disfrutar de un espacio que, hoy más que nunca, es un símbolo del compromiso de la ciudad con la cultura.
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