Si nos damos el tiempo de mirar un mapamundi, nos daremos cuenta de que sólo por diferencia territorial, Rusia tenía mayores posibilidades de ganarle la guerra a Ucrania. Desde esa perspectiva, podemos apreciar que los recursos rusos como su economía, el número de habitantes, de acervos militares son mayores que los de los ucranianos. Seguro, Vladimir Putin pensó en eso al hacer los cálculos que lo llevaron a iniciar una guerra con un estado al que creyó que vencería rápidamente. Es posible que desde Moscú se viera la posibilidad de eliminar los obstáculos con un garnuchazo. No ha sido así. Con lo que Putin no contó fue con el espíritu ucraniano que es aguerrido y los mantiene en la lucha.
La destreza de lucha ucraniana y el elemento intangible de su espíritu de lucha son impresionantes y por ahora, inquebrantables. Sin embargo, hay peligro en el horizonte. En el mundo, nos preguntamos cuánto tiempo más será posible sostener una situación así. No en vano, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, fue a visitar Ucrania y es que, tal como lo dice el líder de la minoría del senado estadounidense, Mitch McConnell, “…la situación en Ucrania es el evento más importante que está sucediendo en el mundo en este momento. …”.
McConnell tiene razón. Este es un asunto de altísima prioridad. No obstante, es un tema que debe tratarse con diplomacia quirúrgica. La precisión es necesaria en las palabras, en los signos, en los discursos y en las ayudas. El senador opina que el apoyo de la administración Biden a Ucrania ha sido insuficiente y tardío dada la amenaza que la guerra de agresión de Rusia representa para los intereses estadounidenses. Pero, no se trata de entrarle al tema como si se tratara de un chivo en cristalería.
Por su lado, Putin cree que Rusia puede resistirse al poderío de los Estados Unidos y en cierta forma, hay cierto aroma al pasado: da la impresión de que regresamos a los tiempos de la cortina de hierro y parece que esta situación intenta ser un ajuste de fuerzas. El número uno de Rusia espera pasar y sobrepasar al apoyo de Estados Unidos y Occidente para vencer a Ucrania. Confía en dos cosas: en que Ucrania se ablande y en la legendaria resistencia militar rusa para finalmente perseverar.
Da la impresión de que las expectativas de Putin sobre el apoyo estadounidense y occidental, como muchas de sus suposiciones en este conflicto, han demostrado ser erróneas hasta ahora. Ha habido malos cálculos y olvidos. En sus matemáticas, olvido el factor de la perseverancia ucraniana y el hecho de que muchos rusos no quieran pelear una guerra a la que no le encuentran sentido. Putin también ha olvidado que Ucrania tiene iguales, si no mayores, reservas de resistencia basadas en su propia historia.
Además, el ejército ruso ha tenido pérdidas catastróficas, dolorosas, a pesar de que disfruta de una ventaja de equipo y personal. Putin parece tan indiferente a las bajas en las tropas rusas, al dolor y al sufrimiento que la guerra causa, además de los civiles a ucranianos, a su propia gente.
Para Putin, estos son los dolores de parto necesarios para el renacimiento de un imperio ruso en Europa. Por eso, es previsible imaginar que continuará dirigiendo su máquina de guerra contra objetivos civiles, para degradar la voluntad de Ucrania y sus partidarios occidentales. El panorama no es alentador, porque la guerra nunca lo ha sido. La devastación de las batallas acaba con la belleza de los paisajes, la arquitectura de las ciudades, los cultivos y deja al mundo con familias rotas, separadas, con gente mutilada.
Sorprende darnos cuenta al otro lado del mundo, que lo que ha permanecido inmutable en todo momento es la resiliencia ucraniana, el ingenio y el firme compromiso con la victoria. Ese espíritu que, contra todo pronóstico, los mantiene en pie. La destreza de lucha ucraniana y el elemento intangible de su espíritu de lucha son impresionantes y por ahora inquebrantables. Sin embargo, hay peligro en el horizonte.