A lo largo de la historia, pilas y filas de calzado quedaron como testigos de la tragedia. El Rancho Izaguirre se convirtió en un “museo” que exhibe el horror, la impunidad y la desprotección en que vivimos

“No pierdan la esperanza”, es el mensaje de ‘Margarita’. Entre los hallazgos del Rancho Izaguirre la madre buscadora reconoció una sudadera y unos tenis de su hijo.  La periodista Gabriela Alegría la acompañó en esta fase del doloroso proceso que comenzó con la desaparición de ‘Enrique’, en 2024. La pesadilla no culminó con el regreso del joven.

Cercana al caso de Teuchitlán, Jalisco, la reportera refiere que ‘Margarita’ postergó el momento de revisar las imágenes difundidas en Internet. Más de mil 300 objetos conforman ese catálogo del horror, pero también de la esperanza. Para ‘Margarita’ todas esas prendas no significan forzosamente que sus dueños hayan muerto, su historia lo demuestra. “Posiblemente la ropa de mi hijo fue usada por otros muchachos”, señaló, alentando a no rendirse a todas las personas que no han recuperado a sus desaparecidos.

¿Cómo puede afirmar la buscadora, que ese par de zapatos pertenecían a ‘Enrique’?, preguntan en redes sociales. “No dudo de lo que me dicen, no se lo pregunté”, respondió Gabriela Alegría, quien entiende la realidad de los familiares, ajena a la de los simples espectadores, ajena a la de las autoridades.

Un ejemplo, el senador Gerardo Fernández Noroña se pronunció respecto a los hallazgos.  “Hay 200 zapatos ahí, sí, sí, sí, pero ¿quién dice que esos zapatos son de personas desaparecidas?”, cuestionó el funcionario.

Zapatos que para él no significan nada, pueden revelarlo todo o dar una pista a quienes invierten su vida en buscar, en perseguir la verdad.

Museo del horror

La semana pasada, colectivos de búsqueda se sumaron en León a la jornada convocada a nivel nacional para exigir que se investigue qué sucedió en Teuchitlán. Frente a presidencia, colocaron cientos de zapatos acompañados de veladoras y fichas de búsquedas. El objetivo: visibilizar la ausencia, materializarla de forma simbólica.

En 2009, la artista Elina Chauvet inició en Ciudad Juárez el proyecto ‘Zapatos rojos’. La instalación se conformaba por pares de calzado donados, cada uno en representación de una víctima de feminicidio. La obra fue llevada a espacios públicos de Europa, Estados Unidos y varios estados de la República. Botas, mocasines, tacones, tenis, sandalias, zapatitos infantiles, todos condujeron a sus dueñas rumbo al trabajo, la escuela, el hogar, rumbo a los sueños de pronto truncados por la violencia de género.

En 2023, el Museo de Auschwitz invirtió medio millón de dólares en la conservación de 8 mil zapatos de niños víctimas de los nazis. En aquel espantoso episodio el calzado estuvo estrechamente ligado al despojo de la identidad y la muerte.  En los campos de concentración, se clasificaban las pilas de prendas que se arrebataban a los prisioneros para enviarlas a Alemania. La falta de cuero en el país, durante los últimos años de la guerra, provocó que muchos de los judíos capturados fueran asesinados para robarles los zapatos.

Jesús Fonseca, reportero gráfico de ‘El Universal’, estuvo presente en la Plaza de las Tres Culturas tras la matanza de estudiantes en Tlatelolco. En su memoria quedaron todos aquellos zapatos abandonados. Sus dueños habían esquivado las balas o habían fallecido alcanzados por ellas. Lleno de curiosidad, investigó por qué las personas pierden el calzado al correr, “es por el miedo, me explicaron que los dedos de los pies se encogen entre dos y tres centímetros y al correr los zapatos se zafan”.

Una prenda tan cotidiana deja de ser banal, adquiere un valor insospechado cuando se convierte en triste ‘souvenir’ de la desgracia. Pensar en todas esas víctimas descalzas magnifica su desamparo, su vulnerabilidad; descalzas, ya no pudieron escapar al terror y la fatalidad, a la crueldad de su propia especie.

Sin descanso

Arnulfo Morales, zapatero de Guanajuato capital, compartió en un emotivo reportaje para ‘Periódico Correo’ que en ocasiones llegan a su taller personas con pares de tenis, botas o cualquier otro estilo, pertenecientes a seres queridos que ya partieron. “Los quieren conservar”, relató Arnulfo, “y yo les digo ¡gástatelos pisándolos!”. Su consejo es andar en los zapatos de los ausentes, honrarlos de esa manera, continuar el camino que dejaron inconcluso.

Es diferente cuando esas prendas aparecen en fosas, casas de seguridad, en escenarios como el Rancho Izaguirre. Esos zapatos recuperados no dan ninguna certeza, no sirven para prolongar la vida de los desaparecidos, sino para confirmar que esta ha concluido, o ha tomado un curso aciago. No siempre dan consuelo.

Sin embargo, la historia de ‘Margarita’ y ‘Enrique’ arroja una luz en medio de la oscuridad en que viven atrapadas las buscadoras. Al toparse con los tenis de su hijo, teniéndolo ya de regreso, ella supo que aun queda esperanza para otras familias.

Muchas madres, esposas, hermanas, han sido capaces de reconocer en recientes días esos objetos que en el pasado formaron parte de su día a día, son inconfundibles prendas que lavaron, zurcieron, guardaron con esmero.

Ya que hablamos de zapatos, es imposible no mencionar las suelas gastadas que continúan en ese camino que nadie eligió y nadie merece recorrer.  Ponerse en esos zapatos no es cómodo, ni fácil, pero es necesario para valorar la valentía, tenacidad y fortaleza de quienes buscan sin descanso y sin perder la fe.

LO SUPERFLUO: Los hallazgos en torno al Rancho Izaguirre nos horrorizan y ayudan a dimensionar los niveles de deshumanización y violencia a los que hemos llegado.

LO PROFUNDO: El morbo, el escándalo mediático y la tendencia a minimizar y normalizar los estragos del crimen organizado, dificultan acercarse a la verdad.