Dijeron que era una reforma para evitar que un gobierno extranjero pudiera difundir en los medios mexicanos un anuncio antimexicano, como lo hizo Trump. Sólo tres de los 280 artículos a reformar hablan de ese tema. Luego dijeron que era para evitar que el narco reclutara jóvenes a través de aplicaciones digitales. Luego le cambiaron a que el objetivo era poder desactivar plataformas que vendían cosas y no pagaban IVA.

Sin embargo, durante el debate en comisiones del Senado, los legisladores del oficialismo defendieron la reforma en telecomunicaciones de la presidenta Sheinbaum con argumentos que tenían que ver con frenar a los medios de comunicación. Manuel Huerta dijo que México no podía seguir siendo “rehén del chantaje mediático”. Juan Carlos Loera elogió que con la reforma “cerramos la puerta al uso tendencioso de los medios de comunicación”. Lizeth Sánchez defendió que el gobierno está obligado a intervenir cuando los medios “se utilizan para sembrar odio o dividir a nuestro pueblo”. Aníbal Ostoa repitió lo de que “México se niega a ser rehén del chantaje mediático”. Y así otros.

Es evidente. El objetivo central de la reforma en telecomunicaciones de la presidenta Sheinbaum es controlar a los medios de comunicación electrónicos, y en particular las redes sociales y las plataformas digitales.

El control de los medios de comunicación está en el ADN de Morena. No hay figura de Morena —desde el máximo líder AMLO, pasando por la actual presidenta Sheinbaum hasta el más irrelevante de los alcaldes— que no tenga memorizado y repita como estrategia de defensa política la misma cantaleta contra la mafia de los medios de comunicación corruptos.

López Obrador lo repitió en sus mañaneras: para él, el periodismo debe estar con su movimiento. Para él, ése es el buen periodismo. Y los buenos periodistas son los que se ponen de su lado (“del lado del pueblo”, dice, que en realidad es su lado). La consecuencia más clara está en los medios públicos. Solían ser espacios culturales con un discurso bastante institucional. Los regímenes de Morena los convirtieron en descarados megáfonos de la propaganda del partido. Las plataformas digitales que les gustan son la del puñado de comunicadores dedicados al aplauso que fueron inventados al vapor el sexenio pasado, visibilizados insistentemente en la mañanera y potenciados sin pudor con dinero del gobierno. Ese es el modelo de medios ideal para el morenato.

No sé qué vaya a pasar en los próximos días con la actual ley de telecomunicaciones. Por ahora se pospuso la votación, pero eso no garantiza nada. Sobre todo, porque está claro que lo que el régimen quiere es controlar las plataformas digitales y las redes sociales. Si no lo pueden hacer ahorita, lo van a intentar después… hasta conseguirlo. Así le hicieron con la reforma judicial: por años diseminaron su odio hacia la Suprema Corte y los jueces, y tan pronto pudieron, aniquilaron el Poder Judicial. Lo propuso López Obrador, lo ejecutó Sheinbaum y lo aplaudió el morenato entero, ante la mirada alarmada de los países democráticos del mundo, que se dieron cuenta del salto autoritario que eso representó. Siguen los medios. Ya avisaron.

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