Es una tristeza y también es una cruda realidad. En años recientes, el uso de drogas se ha extendido en el mundo haciendo evidente que es un fenómeno global. Sin embargo, por años hemos pensado que nuestro país es un territorio de paso y que el consumo se daba en otras partes y aquí no. Luego, empezamos a pensar que, tal vez aquí en México sí, pero poquito. Las cifras nos revelan que el problema es creciente y doloroso. Aumenta y es cada día más frecuente que le pongamos nombres y apellidos gente agobiada por este flagelo.
Hasta hace poco pensábamos que este problema se presentaba fundamentalmente en sociedades muy desarrolladas y con altos ingresos per cápita, allá consumían y aquí poníamos los muertos en una guerra que generaba ríos de sangre. Luego se cambió a abrazos en vez de balazos, pero la violencia seguía en aumento —seguía y sigue—. En fin, creímos que o éramos productores o territorio de tránsito de drogas hacia los centros de consumo. Mientras algún estadounidense se metía al cuerpo todo tipo de sustancias para divertirse y pasarla bien aquí nuestros soldados morían y los malvados se frotaban las manos. El vicio está echando raíz acá también.
Esta caracterización no refleja la situación actual: países tradicionalmente productores o de tránsito —como el nuestro— comienzan a registrar incrementos en su consumo interno y otros, que eran consumidores, están produciendo drogas. Los roles están cambiando. Los diversos factores socioeconómicos y políticos que contribuyen a esta situación, además de las estrategias de las organizaciones del narcotráfico y del crimen organizado se han diversificado.
Parece que ya hay conciencia de que la droga que entra a Estados Unidos no tiene autonomía de movimiento y que allá también contribuyen a la cadena de suministro de la droga. Aquí, debemos de empezar a poner atención en el aumento de la cantidad de drogas que se quedan y se consumen en el mercado interno. Ahora, las familias mexicanas no sólo viven la tragedia de la violencia y las balas sino que padecen el látigo del vicio de la drogadicción y los problemas secundarios que conlleva.
No podemos soslayar de que en México el consumo de marihuana va en aumento y aunque en un estudio comparativo entre Estados Unidos y nuestro país, allá se consume diez veces más que acá, la tasa va creciendo en forma acelerada. Por cada doce personas que consumieron inhalables en el vecino del norte, hubo un mexicano que lo hizo. Pero, el consumo de los inhalables también está creciendo. Lo que más me impresionó fue enterarme que, de acuerdo con el INEGI, el sector de la población en el que hay más prevalencia y aumento en el uso de cocaína e inhalables es entre la gente que está privada de la libertad.
Podemos observar una serie de variables que nos brinda el diagnóstico hecho por el INEGI del consumo de drogas a través de las encuestas revisadas y con base a la atención de pacientes atendidos en Centros de Integración Juvenil, lo cual nos permite dimensionar las necesidades actuales en materia de atención a las adicciones en los programas sustantivos y que forman parte de los elementos que se requieren para diseñar estrategias de intervención con los diferentes sectores de la población en las zonas prioritarias como a continuación se presenta. Ya no somos un país de paso y eso es terrible.
Hay hijos que roban a sus padres para poder acceder a la sustancia que los amarra al vicio. Son más las mujeres y hombres que se atreven a delinquir con tal de conseguir las drogas que quieren consumir. No se trata de un picor, una curiosidad para saber qué se siente; es un consumo frecuente, incluso a pesar de saber las consecuencias negativas que se producen en la salud, los peligros, los daños sociales. El consumo de drogas, además de cambiar el funcionamiento del cerebro, provoca conductas fuera de lo normal. Círculos horrorosos de vicio y dolor.
Es momento de prevenir, de generar modelos integrales para frenar el crecimiento acelerado de las adicciones, y trabajar para eliminar o retrasar el consumo de sustancias entre jóvenes que no han iniciado el consumo de drogas o que su nivel de consumo no llega al abuso. Porque, es una realidad, en México se consumen drogas.