Ciudad de México, México.- Aunque el Papa es una de las figuras más influyentes del mundo, su labor al frente de la Iglesia católica no está sujeta a un salario tradicional.
A diferencia de otros líderes religiosos o jefes de Estado, el Papa no percibe una remuneración fija ni aparece en una nómina oficial, una práctica que se mantiene desde al menos el pontificado de Juan Pablo II.

El propio Francisco, actual Pontífice, reveló en el documental Amén: Francisco Responde, disponible en Disney+, que no recibe sueldo alguno por su labor espiritual.
“A mí no me pagan nada. Yo, cuando necesito plata para comprarme zapatos o algo así, voy y la pido. No tengo sueldo, y eso no me preocupa porque sé que me dan de comer gratis”, expresó con naturalidad.
Una vida sencilla y sin lujos
El Papa Francisco ha optado por un estilo de vida austero y modesto, comparándolo con el de un empleado de nivel medio o incluso inferior. Sus necesidades básicas —alimentación, vivienda y transporte— son cubiertas por la Santa Sede, lo que le permite dedicarse plenamente a su misión pastoral y diplomática sin preocuparse por asuntos financieros personales.
Cuando necesita realizar un gasto importante, como alguna donación o adquisición fuera de lo cotidiano, suele buscar apoyo de benefactores o recurre al encargado de apoyos en el Vaticano.
¿Y el nuevo Papa?

Este mismo esquema se mantiene con León XIV, el nuevo Pontífice recientemente elegido tras la renuncia de Francisco. Al igual que sus antecesores, no contará con un salario establecido, sino que su manutención y cualquier requerimiento económico serán gestionados por la Santa Sede bajo las normas vigentes.
Finanzas vaticanas: más transparencia y control
Lejos de la imagen de opacidad que durante años rodeó al manejo económico del Vaticano, Francisco impulsó en 2020 una profunda reforma financiera con el objetivo de garantizar transparencia, eficiencia y responsabilidad en la administración de los recursos de la Santa Sede.
Uno de los pilares de esta reestructuración es la separación de competencias. Desde enero de 2021, la Secretaría de Estado dejó de gestionar fondos e inversiones, transfiriendo estos activos a la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).
Principales cambios de la reforma económica:
- Transferencia de activos: todas las cuentas bancarias, inversiones y propiedades pasaron a estar bajo el control de la APSA.
- Supervisión financiera: la Secretaría para la Economía ejerce un control directo sobre los fondos, su uso y destino.
- Fondo Papal: se creó una categoría específica en el presupuesto llamada Fondos Papales, donde se concentran donaciones y recursos como el Óbolo de San Pedro y el Fondo Discrecional del Santo Padre.
- Presupuesto y autorizaciones: todo gasto debe estar aprobado y reflejado en el presupuesto. Los pagos fuera de él requieren autorización expresa del Prefecto de la Secretaría para la Economía.
El Vaticano como Estado moderno

Gracias a estas medidas, el Vaticano ha buscado actuar más como un Estado moderno y responsable, con balances auditados, presupuestos anuales y reglas claras sobre el uso de los fondos eclesiásticos.
No obstante, sigue siendo una estructura única en el mundo, donde la fe y la diplomacia se cruzan con una administración compleja que sostiene al líder espiritual de más de mil millones de personas.
Así, aunque el Papa no cobra un sueldo, el aparato económico que lo rodea está lejos de ser improvisado: se basa en una organización estricta que busca preservar la integridad de la Iglesia y de quienes confían en ella.