Existen diversos procesos psicosociales que contribuyen a la perpetuación de la violencia. Entre ellos la normalización o naturalización de dicho fenómeno. Dicha naturalización comienza en la más tierna infancia cuando los padres, madres, personas cuidadoras, docentes, etcétera, utilizan el castigo corporal o cualquier otro método humillante, acompañado por el: “lo hago por tu bien”, “es para que entiendas”.

Para la niña o niño sus padres/madres son su referente. Su principio y fin. Por lo tanto, lo que ellos digan es ley. Si dicen que lo lastiman porque lo están educando, no le quedará más remedio que creerlo. De esta manera, muy pronto aprenderá que quien tiene más poder puede transgredir e infligir dolor a quien tiene menos poder.

Lo anterior es el caldo de cultivo para en la adolescencia y en la adultez tolerar múltiples violencias debido a que, para empezar, no les llamará violencia a comportamientos que sin duda lo son.

También podrá deberse a que no contará con los “lentes” necesarios para ver la violencia. De ahí la importancia de conocer qué es este fenómeno, cuáles son sus efectos, cuáles son sus distintas caras, tipos o modalidades.

Con la intención de nombrar lo que es tan común en nuestra sociedad, a continuación, proporciono conceptos importantes sobre la violencia en general, y sobre la violencia contra niñas, niños y adolescentes en específico.

De acuerdo con el artículo 19 de la Convención sobre los Derechos del Niño (sic), violencia es “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”.

El “Informe mundial sobre la violencia y la salud”, la define como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra un niño, por parte de una persona o un grupo, que cause o tenga muchas probabilidades de causar perjuicio efectivo o potencial a la salud del niño, a su supervivencia, desarrollo o dignidad.

Con relación a los tipos de violencia en el informe antes mencionado encontramos que, con relación a quién la comete la clasifica en tres tipos:

1. Violencia autoinfligida: comprende el comportamiento suicida —incluye pensamientos e intentos suicidas y suicidio consumado. El automaltrato incluye actos como la automutilación.

2. Violencia interpersonal: se divide en dos categorías: a) violencia familiar o de pareja: se produce sobre todo entre los miembros de la familia, y por lo general, aunque no siempre, sucede en el hogar; b) violencia comunitaria: es la que se produce entre personas que no guardan parentesco y que pueden conocerse o no, y sucede por lo general fuera del hogar.

3. Violencia colectiva: se subdivide en: a) violencia colectiva: infligida para promover intereses sociales sectoriales, por ejemplo, los actos delictivos de odio cometidos por grupos organizados, las acciones terroristas y la violencia de masas; b) violencia política: incluye la guerra y otros conflictos violentos afines, la violencia del Estado y actos similares llevados a cabo por grupos más grandes; c) violencia económica: comprende los ataques por parte de grupos más grandes motivados por el afán de lucro económico.

De acuerdo a la naturaleza de los actos la violencia puede ser:

Física: actos infligidos por un cuidador que causan un daño físico real o tienen el potencial de provocarlo.

Sexual: actos en que una persona usa a una niña, niño o adolescente para su gratificación sexual.

Emocional: se produce cuando una persona cuidadora no brinda las condiciones apropiadas y propicias e incluye actos que tienen efectos adversos sobre la salud emocional y el desarrollo de la niña, niño o adolescente.

Descuido o negligencia: se produce cuando uno de los cuidadores no toma medidas para promover el sano desarrollo de la niña, niño o adolescente (estando en condiciones de hacerlo).

Las consecuencias de la violencia en la vida de las niñas, niños y adolescentes atentan contra su desarrollo y contra sus derechos humanos. Dejan secuelas a corto, mediano y largo plazo. Generan un sufrimiento que trastoca el bienestar.

Y, a nivel social, las consecuencias también son grandes, se traducen en costes significativos, pues finalmente, para atender a las víctimas habrá que destinar recursos sanitarios, sociales, etcétera.

Conocer las caras de la violencia, sus causas, consecuencias y dinámicas pueden servir para prevenir. Y siempre será mejor prevenir que lamentar, o rehabilitar.