Quien no conoce a Alejandro Gertz Menero debe saber que tiene una inmensa inteligencia política y una sofisticación que en los últimos siete años ha puesto a disposición del régimen como un consiglieri en Palacio Nacional, más con Andrés Manuel López Obrador que con Claudia Sheinbaum. Pero en ambos casos, ha servido bien a la causa como un fiscal general de encubrimientos. Ayer nos regaló otra de sus joyas en su nuevo informe sobre el horror de Teuchitlán, pesebre del Rancho Izaguirre, donde un colectivo de buscadoras encontraron restos óseos y decenas de objetos personales y testimonios de jóvenes que iniciaron ahí forzadamente una vida criminal, o la perdieron por rechazar ese destino.
Hace siete semanas la presidenta Sheinbaum le pidió a la Fiscalía General que atrajera la investigación para saber todo lo que fue ese rancho. Lo más importante, sin embargo, era descalificarlo como un centro de exterminio, como lo había caracterizado el colectivo de buscadoras y colocado en la opinión pública. Preocupaba mucho a la presidenta que la frase transportara al imaginario colectivo a Auschwitz o Treblinka, se esforzó el gobierno hasta el ridículo para pelearse con el molino de viento de la semántica. “¿Había ahí un sitio de cremación?”, se preguntó a sí mismo Gertz Manero sin esperar que la prensa lo hiciera. “No hay un sola prueba que acredite el dicho”.
Gertz Manero detalló: los peritos de la Fiscalía levantaron todas las huellas de tierra, las piedras, los materiales de construcción, pero sobre todo de aquellas áreas en que podía haber existido una prueba de que hubieran cremado cuerpos. Pero nada. Ni si quiera se encontraron muestras que superaran los 200 grados, agregó, reforzando de esa forma la imposibilidad que hubieran alcanzado los 750 grados mínimo que científicamente se considera el mínimo para quemar un cuerpo, particularmente los órganos y los tejidos suaves.
El fiscal no explicó, si no hubo cremación humana, cómo llegaron ahí los restos óseos que fueron encontrados por el colectivo y los propios peritos de la Fiscalía de Jalisco. Las únicas pruebas que encontró de alta temperatura fueron huellas de fogatas y hoyos, jugando con la imaginación de los fuegos en los campamentos en bosques, pero sin abundar en las temperaturas estimadas en ese fuego, que científicamente pudieran alcanzar hasta los 1,600 grados.
Gertz Manero cumplió la encomienda. En la batalla de las palabras y los conceptos generales, echó agua al fuego del “centro de exterminio”. Punto. Ahí no mataban. ¿Y entonces? El Rancho Izaguirre, dijo, fue utilizado como un centro de reclutamiento por parte de la organización criminal que controla Jalisco, que operó de 2021 a 2024. “Tenemos ya totalmente probado que ese era un centro de reclutamiento, adiestramiento y operación del Cártel Jalisco Nueva Generación”, agregó. ¿Cómo lo probó? “Por confesionales, testimoniales, documentales”, informó, pero también, porque “no se encontraron osamentas completas o parciales”. Extraña declaración, por decir lo menos. Ninguna cremación deja osamentas completas o parciales. Deja cenizas. No obstante, para él, “la virtud de esas informaciones (las declaraciones) es absolutamente indudable”.
Tardó siete semanas en alcanzar esta conclusión. El fiscal dijo que también están investigando otro campo cercano similar al Rancho Izaguirre, a siete kilómetros de distancia, el Rancho de la Vega. Ya veremos si tarda casi otros dos meses en dar un informe sobre este nuevo lugar, donde ya dijo que anunciará: será un campo de entrenamiento y reclutamiento del Cártel Jalisco Nueva Generación. A este ritmo se llevará los tres años que le quedan de fiscal y descubrirá unos siete más de estos. Nos dará circo y no mucho adicional. Querrá verle la cara a todos y los que se quejen los ignorará. Es una farsa lo que está diciendo para darle la vuelta al tema de los desaparecidos y quitarle presión a la presidenta, pero no es sostenible.
Los campos de entrenamiento y reclutamiento no son nuevos, sino viejos muchos de ellos y públicos. El periodista tapatío Augusto Chacón ha dicho que la primera vez que escuchó sobre un centro de esa naturaleza había sido en 2010 en Tala, a 10 minutos de Teuchitlán. En 2019, Alejandra Guillén y Diego Petersen publicaron en El Informador de Guadalajara el reportaje “El Regreso del infierno; los desaparecidos que están vivos”, donde entrevistan a un joven sobreviviente de uno de esos campos en la región.
“Gracias a su relato y a testimonios anónimos”, apuntaron los reporteros, “sabemos ahora que a la sierra de Ahuisculco se llevaron a decenas de hombres de los valles de la región de Tequila, del Área Metropolitana de Guadalajara, de otros estados e incluso centroamericanos, y que la esclavitud y el trabajo forzado ha sido un modus operandi del Cártel Jalisco Nueva Generación para asegurar el funcionamiento de sus negocios”.
Tres meses después de su reportaje, la cadena Telemundo difundió una entrevista con otro sobreviviente de un campo de entrenamiento y muerte del Cártel Jalisco Nueva Generación, y reproducen un diálogo que tuvo “Francisco”, como lo identificaron, y otros jóvenes con sus reclutadores:
–Bueno, van ustedes a un adiestramiento en la Sierra de Guadalajara para ser guardias de seguridad, ¿verdad?
–Sí, asintieron todos.
–Pues no van para guardia. Van a trabajar para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
–Pero es que a mí no me dijeron esto, protestó uno de ellos.
–Si te quieres ir, anda, vete -y cortó cartucho con la pistola. Aquí la única forma de que te vayas es con las patas por delante. El que se quiera ir detrás de él, que lo diga ahorita. No estamos para jugar.
Gertz Manero no descubrió el hilo negro. Quiere timarnos a todos. Las fogatas y los hoyos que encontraron los peritos del fiscal estaban construidos de manera artesanal, con tepetate y piedra, como los que años antes se encontraron en Tlajomulco y Lagos de Moreno, donde cremaron a quién sabe cuántas personas. “Es un sistema del crimen organizado”, comentó recientemente Chacón.
Cómo se refieran a esos campos es secundario. El problema de fondo, las desapariciones, no tiene puerta de solución enfrente. La violencia menos. Y la palabrería gubernamental no podrá ocultarlo.
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