En cinco ocasiones, el cielo mexicano se llenó de destellos, como estrellas a plena luz del día. Eran los espejos que refractaban la luz del Sol, para despedir al ‘Papa viajero’, Juan Pablo II.
A lo largo de su trayectoria como máximo representante de la Iglesia católica, Karol Wojtyla logró con nuestro país una relación más allá de la diplomacia. “México, siempre fiel”, declaró, y en respuesta, aquel “Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano”, sello un vínculo imborrable que puso la vara muy alta para posteriores pontífices.
Benedicto XVI visitó sólo una vez estas tierras, en un recorrido que se centró en la capital del país y nuestro estado, conocido por su conservadurismo. El despliegue logístico fue descomunal, no así el entusiasmo de la población (si comparamos con el fenómeno que desataba Juan Pablo II).
El recientemente fallecido Papa Francisco, una figura disruptiva que despertó gran empatía incluso más allá de la comunidad católica, pisó México en una ocasión durante sus funciones. Las muestras de cariño y admiración no fueron pocas, sin embargo, su visita tampoco causó furor.
Llaman la atención tan diversas reacciones a los mencionados pontífices. Esto no puede resumirse a una cuestión de carisma, podría hablar de una transformación en las creencias y valores de los mexicanos.
¿Crisis de fe?
Cuando Benedicto XVI fue ungido Papa, mi abuela Sebastiana manifestó sin dudarlo “a Juan Pablo II lo quise mucho, a este nuevo, sólo lo estimo”.
La personalidad de Joseph Ratzinger carecía de la calidez y cercanía que proyectaba su antecesor. Llegó al cargo en 2005, a inicios de un nuevo milenio, etapa que representó toda una revolución tecnológica e ideológica y fue determinante en la formación de nuevas generaciones. La humanidad no era la misma que recibió a Juan Pablo II en 1978.
Aunado a ello, los escándalos por encubrimiento de casos de pederastia y desvió de recursos al interior del Vaticano, mermaron la imagen de la Iglesia.
En 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio fue nombrado Papa, el primer Papa latinoamericano. Pero bien dicen que “nadie es profeta en su tierra”. En Argentina el catolicismo ha perdido adeptos. Mientras que en 2008 el 76% de la población se decía católica, el porcentaje se redujo a 62.9% en 2019.
Asimismo, a Francisco ya no le tocó aquel “México, siempre fiel” que inundó las calles para presenciar por segundos a Juan Pablo II. Seguimos siendo una nación guadalupana donde más del 70% de sus habitantes se dicen católicos; pero otras religiones (en especial la protestante) van ganando terreno, y alrededor de 10% de los mexicanos no se sienten identificados con ninguna religión. Esta crisis de fe es multifactorial pero evidente.
Aun así, el Papa Francisco fue recibido con cariño. Hablamos de un sacerdote relajado que defendió a los pobres, las mujeres, los niños y los migrantes, que se expresó a veces fuera de los protocolos y las ideas tradicionales de su comunidad.
Un Papa inclusivo, poco solemne, demasiado ‘liberal’ hasta para el presidente de su propio país, Javier Milei. El discurso de Francisco encajaba más en el activismo que en la demagogia o el adoctrinamiento. El pontífice argentino impactó fuera del ámbito religioso, conmovió y atrajo la simpatía de diversas generaciones.
A diferencia del canonizado Juan Pablo II, logró separarse del halo de santidad y devoción, fue siempre percibido como un ser humano.
Ayer, México tuvo presencia protagónica en la última parte del funeral de Francisco, su cuerpo fue trasladado en el papamóvil que se le obsequió en su visita a estas tierras. El vehículo siguió un trayecto que también rompió la tradición, el Papa fue sepultado fuera de los muros del Vaticano, y trasladado a paso lento, para que los fieles pudieran despedirse.
¿Crisis diplomática?
El papamóvil fue el único representante significativo de México en el histórico evento. Esta semana, sorprendió a la opinión pública la negativa de la presidenta Claudia Sheinbaum de asistir a los funerales del Papa.
La ceremonia contó con la presencia de personajes como los mandatarios Volodymir Zelensky (Ucrania), Javier Milei (Argentina), Donald Trump (Estados Unidos), Emmanuel Macron (Francia), Keir Starmer (Reino Unido), Lula da Silva (Brasil), el expresidente estadounidense Joe Biden, el rey de España, Felipe VI, y el activista Julian Assange.
De parte de México asistió la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. ¿Qué significa la ausencia de Sheinbaum? En respuesta a cuestionamientos la presidenta declaró: “¿Qué hubiera pasado si dijera que voy? Pues lo mismo. Hubiera habido una crítica tremenda: ¿dónde está la separación Iglesia-Estado?, (…) hay personas que sencillamente no nos quieren y cualquier cosa que hagamos de todas maneras va a haber críticas”.
Sin embargo, el gesto ha sido interpretado como un retroceso diplomático. Luego de su participación en la cumbre del G-10 celebrada en Brasil, Claudia Sheinbaum marcó una diferencia respecto a su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, siempre desapegado de los protocolos internacionales. La presidenta había dado un paso que pierde peso; se trataba de una oportunidad de visibilizar su liderazgo y un mensaje de armonía y apertura, que dejó ir argumentando “de cualquier forma me van a criticar”.
Hay maneras de sostener el Estado sin involucrar creencias personales.
LO SUPEFLUO: Pese a la separación Iglesia-Estado, la fe de la mayoría de los mexicanos es un factor determinante en sus valores.
LO PROFUNDO: Al Papa Francisco le tocó un México en crisis, un mundo al que adaptó su filosofía, más allá de los altares y templos.
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