En uno de los talleres de crianza que impartí, una mujer compartió un valioso e interesante testimonio, después de haber explicado la importancia de conectar emocionalmente con las hijas o hijos, pues esto permite conocerlos mejor, entender sus comportamientos, construir su cerebro, los hace menos reactivos y más reflexivos, así como también posibilita el fortalecimiento del vínculo parento-filial.
Aunado a lo anterior, dije que ser madres/padres no es algo con lo que se nace, sino es el resultado de la adquisición de conocimientos, habilidades y aptitudes para la crianza. Significa que, a mayor inversión de tiempo para la adquisición de dichos conocimientos, habilidades y aptitudes, mayor capacidad parental. Significa que ser madre/padre es algo que se construye, no es algo que se es dado de manera genética.
A raíz de lo anterior, la mujer de edad avanzada dijo: “Es verdad lo que dice. Yo que ya he criado a cinco nietos, tengo la facilidad de entenderlos. Tanto así, que cuando a mi vecina le nació su bebé y se ponía a llorar y ella no sabía que hacer, venía conmigo y me decía: ‘Rosy, qué quiere decir mi bebé. Yo no lo entiendo’. Para mí era posible decirle qué decía su bebé por la experiencia acumulada. Entonces ella se tranquilizaba, y con el tiempo fue comprendiéndolo”.
Me parece un relato conmovedor por diversas razones. La primera, porque deja ver lo ya comentado, que no se nace sabiendo ser madre (ni padre), sino que nos vamos habilitando en ello en la medida que practicamos la crianza, estudiamos acerca de ella y el entorno nos da las oportunidades respectivas para su ejercicio. También vale decir que se facilita más cuando la crianza recibida en la propia infancia y adolescencia, estuvo basada en el buen trato.
La segunda razón, es porque podemos ver la importancia de pedir ayuda. La vecina tenía la humildad y espontaneidad para acudir a alguien de más experiencia para recibir su consejo y apoyo.
Contar con una persona que presta su escucha sin juicio es una fortuna. Sororidad y calidez era la actitud de esta mujer a la hora de acompañar la maternidad de su joven vecina. Este es la tercera razón por la que el relato me conmueve.
La cuarta está relacionada justamente con la generosidad y sororidad de la mujer en comento, actitudes y aptitudes que en nuestra época individualista suelen ir a la baja.
La quinta tiene que ver con la manera en que las dos mujeres interactúan y crean una red para el cuidado de un bebé que, con su llanto, producto de su dependencia y vulnerabilidad, le pregunta al mundo que tan amable, confiable y vivible es.
Suelo repetir que la crianza es compleja, prolongada y por momentos laboriosa o cansada. Razón por la cual no es suficiente con una o dos personas para su ejercicio, sino que se requiere de toda una red de cuidados; se requiere toda una tribu, reza el dicho africano. Mamá y papá son los principales responsables del desarrollo de la niña o niño, pero al Estado le corresponde la responsabilidad de crear las condiciones para que aquellos puedan lograr cumplir con su tarea parental, dice la Convención sobre los Derechos del Niño (sic).
Se requiere de toda la sociedad para lograr el sano desarrollo de cada bebé, niña, niño o adolescente: familiares, madrinas, padrinos, vecinas, vecinos, docentes, instructores e instructoras deportivas, etcétera.
Familias, escuelas, estancias infantiles, centros deportivos y recreativos y todo espacio que potencie el cuidado y estimulación debe ser suficiente y adecuado para promover el sano crecimiento de las nuevas generaciones.
Es necesario recuperar el sentido comunitario de la crianza, tal y como nos lo deja claro el relato de renglones arriba.
Pero no debemos dejar de enfatizar la importancia de que los hombres (padres, tíos, abuelos, profesores, vecinos, etcétera) nos sumemos de manera suficiente a la crianza, labor que sigue en hombros de las mujeres. Tal cosa haría mucho bien a las hijas e hijos, a la pareja, a uno mismo y a la sociedad en su conjunto. Así lo concluyen los estudios en paternidad.
Las hijas e hijos que cuentan con un padre presente, afectivo y efectivo tienen muchos beneficios en su desarrollo. La pareja de un padre con estas características tiene un nivel de satisfacción conyugal más alto al vivir con equidad y justicia la crianza. Un padre así es un hombre más integral en términos de desarrollo. Y la sociedad en su conjunto tiene menores niveles de delincuencia, violencia, etcétera. Queda la invitación a los congéneres.