Guanajauto, Gto.- Una de las deportistas más importantes en la historia de México, María del Rosario Espinoza, ha vivido dos de las cosas más maravillosas de su vida: el oro olímpico y la maternidad.

La segunda es reciente; su hija cumplió dos años, y al hablar de ella, sus ojos brillan de emoción. Lo primero, el oro, es del conocimiento público de todo un país. Aunque aún tiene la duda de qué vale más: si un metal dorado que cuelga de su cuello o unas letras grabadas que perdurarán por siempre en una pared del Congreso de Sinaloa.

 
 

De La Brecha a Guasave

Más allá de los últimos años, en los que se convirtió en una de las deportistas más laureadas de México con cinco Premios Nacionales del Deporte y una infinidad de medallas desde categorías juveniles hasta tres ediciones olímpicas en taekwondo, María del Rosario prefiere hablar de sus raíces.

Al presentarse en las instalaciones de la Comisión de Deporte del Estado de Guanajuato para compartir su trayectoria en un foro de mujeres, la atleta destacó el valor de haberse forjado en una comunidad rural llamada La Brecha, en Sinaloa, donde conoció el deporte “como diversión, como un juego”. A los 5 años, se acercó al taekwondo, y desde entonces no lo ha soltado. Hoy, como entrenadora de atletas de parataekwondo, sigue vinculada a su pasión.

 
 

El camino de La Brecha a Guasave no lo olvida. Con poco que perder y sin recursos económicos ni reconocimiento público, María solía recorrer ese trayecto de 41 minutos con frecuencia. Pero ese era solo el inicio. El sueño tomó forma en un viaje de más de 24 horas hacia San Luis Potosí, hace más de 20 años. Desde entonces, se convirtió en la seleccionada nacional que todo México reconoce.

Todo comenzó en La Brecha, una comunidad de 2 mil habitantes dedicada a la agricultura y la pesca, como mi familia. Ahí conocí el deporte en los canales de riego. A los 5 años, empecé en el taekwondo… no me gustó el boxeo porque no me gustaba pegar ni que me pegaran”, compartió María del Rosario ante un auditorio de doscientas personas que acudieron al foro para escuchar su historia.

 
 

Una “lloradita” y a seguirle

El camino del alto rendimiento no es fácil, y María del Rosario lo sabe. En su trayectoria deportiva, enfrentó innumerables altibajos. A los 15 años, dejó su casa para mudarse a San Luis Potosí, en un viaje de más de 24 horas en una camioneta que no estaba en las mejores condiciones.

Los talleres mecánicos fueron una parada frecuente en ese trayecto, simbolizando las dificultades que enfrentaría en su camino hacia la profesionalización. Pero Espinoza persistió. Y qué bueno que lo hizo.

La vida en el alto rendimiento implicaba hasta tres sesiones diarias de dos horas cada una. “Fue un tiempo en el que me dolía todo el cuerpo, desde los tobillos. El alto rendimiento me costó mucho, pero me enseñó a ser resiliente”, recordó María, quien obtuvo su primer oro hace 22 años en los Panamericanos Juveniles de Brasil.

En 2007, se coronó como campeona del mundo, y un año después recibió el llamado más importante de su vida: representar a México en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Apenas 10 segundos antes de terminar el combate final, supo que se convertiría en campeona olímpica.