Coroneo, Gto.– En 1974, Lidia Ramos Mondragón fundó un taller dedicado al tejido de lana, un oficio que heredó de su padre y abuelo. Hoy, a sus 82 años, Lidia sigue siendo una apasionada tejedora, enseñando a hombres y mujeres a tejer lana en su comunidad, el Capulín en Coroneo.

Desde los 9 años, su padre le enseñó a trabajar con la lana, lo que le permitió salir adelante tras quedarse viuda a los 26 años, con cuatro hijos pequeños. “Mi esposo falleció joven, y mi padre me regaló un telar para ayudarme a criar a mis hijos. Los enseñé a tejer, lo que me permitió generar más productos para vender”, comenta Lidia.

Con esfuerzo y trabajo, no solo se dedicó a la elaboración y venta de artesanías de lana, sino que también vendió tortillas, coció ajeno y ofreció comida a quienes viajaban por la carretera Coroneo-Querétaro, asegurando así la educación de sus hijos y construyendo un patrimonio.

 
Desde los 9 años, Lidia Ramos comenzó a tejer lana, y ahora, a los 82 años, su legado perdura al haber creado un taller que enseñó a generaciones enteras.

Gracias a la calidad de sus artesanías, hace más de 20 años, autoridades municipales la invitaron a exposiciones regionales, estatales, nacionales e internacionales. Uno de sus recuerdos más memorables fue la visita del presidente Ernesto Zedillo a su taller, donde confeccionaba cobijas, suéteres y gabanes de lana. “Cuando vino Zedillo, el presidente municipal me pidió dar un mensaje en nombre de todos los artesanos”, recuerda.

Lidia fue una de las principales productoras de artesanías de lana en Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Veracruz, Baja California Norte, Estado de México y Ciudad de México. Junto a sus hijos, recibió premios y reconocimientos por la calidad de sus diseños.

Para asegurar que esta tradición no se perdiera, fundó una sociedad de producción rural, formando un grupo de 69 hombres y mujeres a quienes enseñó a tejer lana. Aunque ya no trabaja como antes, tiene ayudantes en su taller familiar, donde se elaboran artesanías 100% de lana en telares rústicos y agujas, las cuales ella supervisa para garantizar su calidad.

A pesar de su esfuerzo, Lidia ha notado una disminución en las ventas y lamenta que el taller, que comenzó con 13 telares y acogía a más de 60 personas, ya no esté en funcionamiento. “La gente ya no quiere aprender este oficio. Los que enseñé hace años todavía viven de la lana, pero ojalá alguna autoridad pueda revivir el taller”, expresa.

A lo largo de su vida, Lidia también ocupó cargos públicos, como regidora, síndico municipal y suplente de diputados, siempre luchando por los derechos de los hombres y mujeres de Coroneo. Su objetivo sigue siendo preservar el oficio del tejido y empoderar a su comunidad a través de este arte milenario.

 

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