Todos tuvimos ídolos, los imitamos, escuchábamos canciones que nos hacían sentir mejor o creíamos que plasmaban nuestro sentir. La conexión con la música y lo que nos provoca se desarrolla a lo largo de la vida, y tiene un rol preponderante en el desarrollo de la personalidad.

“Tu música me salvó”, es un comentario frecuente en las redes sociales de cantantes y bandas. Es también una frase que se puede leer en carteles entre las multitudes que asisten a conciertos. El llamado lenguaje universal cumple su cometido cada que alguien encuentra en una letra o melodía una razón para continuar.

Sin embargo, no todo lo que los niños y adolescentes escuchan guarda mensajes positivos, y la susceptibilidad propia de su edad los orilla a malinterpretar, desarrollar obsesiones que a su vez se alimentan de otros factores fuera del control de quienes crean lo que escuchan; fuera del control, incluso, de quienes deberían velar por su salud mental y bienestar.

Apostar por el arte

Al hablar de estrategias para alejar a los menores de adicciones y otros malos hábitos, el deporte es la más socorrida.

Las artes son opacadas por la activación física, y son un terreno que en general suele subestimarse.

El programa Planet Youth, adoptado por el gobierno estatal para prevenir el consumo de sustancias ilegales, reconoce el potencial de la música. Así lo manifestó Manuel Aguilar Romo, director de Salud Mental, “hay talentos diferentes y esos talentos son los que tenemos que impulsar para poderlos premiar y de esta manera (los jóvenes) ocupen su tiempo de una manera más productiva”.

Apostar por proyectos con estas características transforma vidas. En el último Festival Internacional Cervantino, niños de todos los estratos sociales compartieron escenario con la Orquesta Sinfónica de Guanajuato para ejecutar la ‘Sinfonía de los mil’ de Gustav Mahler. Los pequeños provenían del coro ‘Voces de primavera’ de Valle de Señora (León), y el Conservatorio Mahler (Irapuato).

San Luis Potosí cuenta con la Fundación Música para la Vida, dedicada a becar a niños de escasos recursos que desean aprender a tocar un instrumento.

Fomentar la cultura, la sensibilidad, incentivar las aptitudes de los pequeños, es una excelente forma de encausarlos a hábitos positivos que impliquen aprendizaje y disciplina.

Sin restar ningún mérito a las organizaciones que hacen esto posible, es necesario destacar el papel de padres, tutores y docentes que escuchan, impulsan a los menores y creen en ellos y sus aspiraciones.

Identidad y salud mental

“Yo soy Peso Pluma”, fue el mensaje que Jerick de 11 años dejó antes de quitarse la vida. Su padrastro le prohibió escuchar al cantante de moda. La tragedia ocurrió en Piedras Negras, Coahuila.

Mucho se ha discutido sobre el contenido de los temas del tapatío y los intérpretes de ‘corridos tumbados’ en general y sobre su posible influencia en las nuevas generaciones.

Peso Pluma está en todas partes. Los temas ‘PCR’ y ‘Ella baila sola’ suenan en fiestas infantiles, eventos escolares, y en infinidad de videos (reels) que son tendencia en TikTok e Instagram. Incluso, se ha hecho costumbre que los aficionados al futbol coreen sus canciones en los estadios, incluido el Parque de los Príncipes en Francia, durante un partido del Paris Saint Germain. En estos contextos, podemos decir que es inevitable escucharlo.

Pero la muerte de Jerick tiene poco que ver con las letras (algunas violentas) de Peso Pluma, y más con su obsesión con el personaje. Medios filtraron la carta que el niño dejó a sus padres. En ella decía:

“Mis papás no quieren que sea como soy (…) de mis múltiples personajes o personalidades, este es mi favorito, porque es el original, el Jerick grosero y sin educación, cosa que no me da vergüenza decir que soy”.

La búsqueda de una identidad orilla sobre todo a los adolescentes, a refugiarse en figuras con que identificarse. Todos tuvimos ídolos, los imitamos en el vestir, escuchábamos canciones que nos hacían sentir mejor o creíamos que plasmaban nuestra experiencia. La conexión con la música y lo que nos provoca se desarrolla a lo largo de la vida, y tiene un rol preponderante en el desarrollo de la personalidad.

Hasta aquí, es sano y hasta necesario. Pero qué sucede cuando en el núcleo familiar no se identifican a tiempo problemas profundos de salud mental, cuando no se entablan los vínculos indispensables para conocer cómo construyen los menores su identidad.

Es imposible revisar las 24 horas del día qué consumen los hijos en Internet, es difícil establecer límites; sin embargo, es posible mejorar la comunicación con ellos. Escucharlos es la única vía para ganarse su confianza, evitarles la confusión y soledad que derivan en adicciones, malos hábitos, tragedias.

LO SUPERFLUO: La música es cultura, se nos dice siempre. Está por doquier y la absorbemos como esponjas desde la infancia.

LO PROFUNDO: Subestimamos su poder transformador cuando se trata de construir algo positivo, viralizamos lo pasajero, lo fácil, lo volátil.